miércoles, 7 de septiembre de 2011

NOTA PREVIA, ADVERTENCIA, RECOMENDACIÓN, PETICIÓN Y CONTACTO


NOTA PREVIA

El contenido de este texto es reproducción del publicado en 1995 con las siguientes referencias:

I.S.B.N. 84-7299-348-5

Depósito Legal: S. 388-1995

Imprenta KADMOS

Teléfs. (923) 21 98 13 1842 24 SALAMANCA, 1995


ADVERTENCIA

La obra original ha sido maquetada nuevamente para facilitar su publicación electrónica en un blog del Poeta Emilio Rodríguez, ha cambiado la portada, la contraportada, el número de páginas y, consecuentemente, el Índice.

RECOMENDACIÓN

Dado que la edición original está agotada, el autor autoriza a sus lectores a reproducir esta obra para uso personal, con el ruego de que se cite su procedencia.

PETICIÓN

Si algún lector quedase especialmente complacido con la lectura de, CANTATA DE GALMAZ puede manifestar su satisfacción entregando un pequeño donativo a cualquier organización dedicada a mejorar las condiciones de vida de los habitantes de este mundo.

CONTACTO

Los lectores que deseen ponerse en contacto con el autor de este libro pueden hacerlo escribiendo a su dirección electrónica poetaemiliorodriguez@gmail.com

ÍNDICE

CARTA DE ANTONIO GAMONEDA

PRIMERA PARTE

I

II

III

IV

v

VI

VII

VIII

IX

x

SEGUNDA PARTE

I

II

III

IV

V

VI

VII

VIII

IX

X

CODA

COLECCIÓN MONTERREY DE POESÍA

CARTA DE ANTONIO GAMONEDA


Querido Emilio:

Creo que, placer aparte, he conectado con tu Can­tata: nombrar la infancia por sus frutos, substancias, ros­tros, fantasmas es volver a nuestra patria interior, fechar también nuestra vida para sentir el gasto que de ella hemos hecho. Cantas, en fin, tus pérdidas y, con ello, sin decir­lo creas conciencia de estar en viaje hacia la muerte. Esta deducción «cuelga» de toda poesía, quizá, pero en la tuya, de modo recurrente.

En el orden formal el libro es eficaz y «gozable»; sin embargo, yo te invito a guardarlo un trimestre en el cajón, sin releerlo, y, después, a intentar reducir la fre­cuencia de los endecasílabos implicados en las series ver­siculares, aunque nunca en forma de amputación siste­mática que deje huérfano de plasticidad rítmica al bloque. Se trata, únicamente de refrenar un recurso que, no sien­do único es, sin embargo, demasiado evidente.

Se trata, en todo caso, de un reparo menor. «El que esté libre de pecado... ». Ya sabes ...

En fin, creo que has hecho un buen trabajo: con­vertir al placer poético un segmento de melancolía. Y de vida. Felicitaciones y abrazos.

ANTONIO

PRIMERA PARTE

I


Acércate, Galmaz, escucha el canto de aquellos carros lentos, ya borrados en las brumosas curvas del olvido. Escucha, ven despacio a sorprendemos cuando pisamos uvas de tristeza o nos ponemos rostros de cartón paraencender fogatas en la noche.

Que tu oído de roca perciba este lamento nacido de abedules calcinados, de ventanas que se inclinan en la niebla.

Tu mirada de horno nos recorra, como el día en que galoparon las estrellas porque habíamos pisado tus umbra­les con nuestros pies de árgomas y estiércol.

Un agua triste destilan ahora los cielos que habita­bas. Los que cuidaban con gesto maternal nuestras cose­chas. Color de funeral, tiempo de espadas, sobre un lecho de pálidas ortigas.

De cuando fuimos niños sólo quedan estos atrios de luz con cerezales. Madrugadores rezos Y un invierno con manzanas guardadas en las arcas.

Despiértate, Galmaz, sacude tus espaldas como el monte que ahora despereza la piel de tantas noches reu­nidas. Enciéndenos el sol, que nuestras lámparas, debajo de los lechos, agonizan.

II


Sobre este lienzo de auroras recosidas, de noches empalmadas por un hilván de sangre y de sudores, se va quedando escrita nuestra historia.

La crónica de gestos y alaridos circunda un calenda­rio de maizales. Sus granos son el oro que concede valor a nuestros sueños. El rito de sus hojas es pretexto para horadar el túnel del invierno.

Para vencer el tiempo, para vemos poblando las estan­cias, deshojando los cuerpos encendidos de lascivia. Por­que vendrán mañanas ateridas y no estaremos cerca si no hacemos correr ahora el vino de lo táctil.

La noche de solsticio se prolonga. Y colgamos las ramas en los quicios, como banderas verdes convocan­do mayor fecundidad tras de las puertas.

Para la piel desnuda es el rocío coraza que defien­de de la fiebre. Y todo corazón será una casa con puer­tas de romero. Con ventanas abiertas para el miedo de los pájaros.

Como un manto gastado va llegando la paz a nues­tros huesos. Nuestras rodillas crujen, se lamentan de todo lo que el viento ha destruido.

El templo de la niebla se desborda. Se marcha por los surcos nuestro miedo. Las cañas de maíz por estan­darte, venimos a decirte que los montes aúllan como lobos.

Los árboles, Galmaz, caminan tristes. Se alejan de nosotros los recuerdos. Y se doblan los escaños por el peso abrumador de las ausencias.

III


Hacía lluvia tan diciembre, entre los ojos de los muer­tos Hacía un tartamudeo semejante a las palabras que utilizamos para hablar con los ausentes. Y estábamos sen­tados, casi como a voces, caminando entre columnas arrumbadas por la noche.

Y tanto caían nubes, resbalando en tantas lenguas que algunos de nosotros recordábamos palabras olvida­das. Otros se incendiaron por dentro, como entonces, cuando ascendíamos a lo alto para congraciarnos con el alma de los truenos.

Igual que cuando hacíamos nuestra ofrenda de panes floreados. Subíamos de espaldas, llevando entre las manos un incendio.

Pero ahora estamos revestidos de indigencia. Ahora tiritan nuestros dedos y se caen las hojas de nuestros abedules, en un otoño que se extiende más allá del calen­dario. Que avanza como fuego y anega los vocablos.

Debajo del escaño, nuestros perros, se levantan dormidos, se retuercen por dentro porque sueñan que les cierran los caminos. Que los zarzales crecen a la misma velocidad de su carrera.

Cadáveres de estrellas lleva el agua, y lenguas aspe­rísimas nos hablan de construir el tiempo, poner alas a los lirios para Inventar de nuevo mariposas.

¿Hasta cuándo, Galmaz, seremos presa de nuestra Incontenible sed de nada?