miércoles, 7 de septiembre de 2011

CARTA DE ANTONIO GAMONEDA


Querido Emilio:

Creo que, placer aparte, he conectado con tu Can­tata: nombrar la infancia por sus frutos, substancias, ros­tros, fantasmas es volver a nuestra patria interior, fechar también nuestra vida para sentir el gasto que de ella hemos hecho. Cantas, en fin, tus pérdidas y, con ello, sin decir­lo creas conciencia de estar en viaje hacia la muerte. Esta deducción «cuelga» de toda poesía, quizá, pero en la tuya, de modo recurrente.

En el orden formal el libro es eficaz y «gozable»; sin embargo, yo te invito a guardarlo un trimestre en el cajón, sin releerlo, y, después, a intentar reducir la fre­cuencia de los endecasílabos implicados en las series ver­siculares, aunque nunca en forma de amputación siste­mática que deje huérfano de plasticidad rítmica al bloque. Se trata, únicamente de refrenar un recurso que, no sien­do único es, sin embargo, demasiado evidente.

Se trata, en todo caso, de un reparo menor. «El que esté libre de pecado... ». Ya sabes ...

En fin, creo que has hecho un buen trabajo: con­vertir al placer poético un segmento de melancolía. Y de vida. Felicitaciones y abrazos.

ANTONIO

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