miércoles, 7 de septiembre de 2011

VI


Como siglos de lluvia regresan los recuerdos. Nubecillas de amianto que dan intermitencia a fuegos interiores, a perdidas batallas. De lugares sin viento somos piedras traídas.

Desde los montes grita un cierzo saetero, una muralla móvil de cristales mordidos. Concierto de alacranes recorre los tejados. Recorre los pináculos del roble que has plantado.

Pero el tiempo es un túnel, bodega estremecida donde guardamos los gritos conseguidos. Trayectorias sonoras de gargantas que elevan una torre invertida, erizada de clamores.

Nos persigue la luz, nos acorrala, contra el monte más al to. Contra un cielo recorrido por torrentes. Nervaduras sonoras de una bóveda construida con las plumas de nuestros pensamientos.

El fuego de los lares danza augurios y el humo, en las pizarras, nos describe una historia fugaz de elevaciones.

Las uñas y los dientes. Las entrañas humeantes de animales también nos narran su leyenda. Cantiga vulnerable y serpeante de aquello que palpita y se erosiona.

Como siglos de cierzo y de nostalgia, así crece la llama del incendio. Nos lleva el torbellino, la cruel danza en que sombras, para siempre, aferradas a otras sombras.

Puñal de la mentira, tan airado, que nos perfora siempre la pupila. Que nos roba el aliento y nos socava la roca cimental de este naufragio.


No hay comentarios:

Publicar un comentario